Las auditoras frente a un cierre de año en crisis
Carlos Sepúlveda Venthur Socio Área Auditoría de BDO
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Carlos Sepúlveda Venthur
La situación que atraviesa nuestro país ha significado ausentismo laboral, jornadas de trabajo interrumpidas por problemas de desplazamiento, destrozos de los bienes públicos y privados, incertidumbre de los mercados con bajas en los activos bursátiles e incrementos en los valores de las divisas, congelamiento de nuevos proyectos, disminución de las ventas del comercio, baja de consumo de bienes durables, entre otros problemas. Una larga lista de problemas que, previsiblemente, afectarán los resultados de las empresas al cierre del año.
Frente a esta contingencia, los auditores debemos estar listos para analizar y adelantar posibles escenarios. En ese sentido, está todavía fresco en la memoria lo ocurrido tras el terremoto del 27 de febrero de 2010 y su reflejo en los estados financieros.
En esa ocasión la industria tuvo que realizar una evaluación de deterioro (pérdida) de activos fijos e inventarios debido a la destrucción, los incendios y los saqueos que se produjeron junto con dicho evento. Como consecuencia, muchas empresas tuvieron que reconocer importantes mermas no operacionales, o reconocer ingresos no operacionales por recupero de seguros, los cuales se incorporaron en los balances solamente cuando se tuvo certeza del monto indemnizado, y tras un proceso que conllevó complejidades contables que a menudo derivaron en posiciones desventajosas para la empresa afectada.
Hoy, y tal como ocurrió a raíz del 27F, también debe imponerse una mirada aguda para analizar el impacto que provocará el hecho de tener un país funcionando a media máquina. En ese sentido, las empresas que estén frente a la paralización de una parte o del total de sus operaciones se enfrentan a un escenario de menores ingresos, con costos fijos que se mantienen constantes, pudiendo sólo efectuar un reconocimiento de indemnizaciones por lucro cesante en caso de contar con seguros.
Igualmente clave será el factor anímico. Las movilizaciones han instalado un importante grado de incertidumbre acerca del futuro de la economía chilena, que se ve potenciada con las modificaciones que se discuten a la jornada laboral, el incremento del salario mínimo y los cambios impositivos. Además, las empresas que tengan una alta exposición al mercado de divisas registrarán un impacto no operacional relevante por deterioro, ganancia o pérdida causados por diferencias de tipo de cambio.
Todos los factores señalados podrían sembrar dudas respecto de la viabilidad de algunas líneas de negocio que antes de estos acontecimientos ya estaban en el límite de su rentabilidad, o dejar en tela de juicio la continuidad de proyectos de inversión que estaban en desarrollo. Incluso, las empresas y sus auditores tendrán que aplicar una mirada crítica en la evaluación de los activos ante la posibilidad de un impairment; es decir, de una disminución permanente de su valor.
Nos deben preocupar sobre todo las pymes que, siendo las mayores fuentes de generación de recursos, trabajo y bienestar para nuestro país, por lo general también tienen márgenes estrechos, capital de trabajo ajustado y no cuentan con seguros que les permitan cubrir las pérdidas. Esperemos que el impacto sobre sus estados de resultados sea, al cierre del año, poco relevante.